Le dedico este título a mi amiga Andrea, por nuestro eterno meme favorito, aquí contexto para quien no sepa de dónde viene.
Qué pregunta tan complicada, si te paras a pensarla. Y cuántas veces la respondemos de formas diferentes a lo largo de nuestra vida.
—¿Quién eres?
—Cristina.
—¿Qué Cristina?
—La hija de Carmen. La del sexto. La novia de Javier. La que llamó preguntando si teníais mesa.
Y tantas otras formas de las que me habrán definido otras personas.
Esta semana fui a la presentación del último libro de Juan Tallón, El mejor del mundo, en la que conversó con Laura Ferrero. La novela juega con la idea de la identidad, sobre qué pasaría si un día te despiertas y todo tu mundo ha cambiado, ¿sigues siendo el mismo? Laura Ferrero hizo una reflexión muy interesante al principio, se preguntaba si somos quienes somos por nosotros o por lo que nos rodea. Y me quedé pensando en eso.
Creo que puede haber cuatro cosas que nos definan: lo que hacemos, lo que nos rodea, cómo nos ven y, tristemente, nuestro trabajo. Hay veces que tu trabajo es solo el medio para llegar a otro objetivo, eso que haces para que entre dinero a fin de mes en tu cuenta. Recuerdo cuando de pequeña veía al carnicero o al médico por la calle, sin sus uniformes, y me chocaba verlos fuera de sus lugares de trabajo, descubrir que tenían una vida más allá. ¿Por qué siempre que conocemos a alguien tendemos a preguntarle a qué se dedica? ¿Por qué no podemos preguntarle si desayuna y qué le gusta desayunar? Para mí es algo que define mucho más a las personas. Lo tengo claro: si no te gusta desayunar, definitivamente no eres de fiar. La profesión no siempre te va a dar la información que necesitas sobre alguien.
¿De qué tienes miedo? ¿Con qué sueñas cuando estás en un avión? ¿Qué harías si tuvieras un millón de euros? ¿En qué piensas cuando te quedas sola? ¿Qué te genera esa felicidad que te infla el pecho? ¿Qué te hace sentir ternura?
Podría decirte: hola, soy Cristina y soy traductora, pero creo que te estaría mintiendo. Soy miles de cosas más: soy optimista, soy pesada, soy nerviosa, quiero ser editora, soy amante de los libros, soy miope, soy intento de escritora, soy mis amigas, soy la que baila saltando en un concierto y grita hasta quedarse sin voz, soy impaciente, soy helado de chocolate y limón, soy las cañas al sol siempre en compañía, soy amante del desayuno, soy viajera, pero muy de mi casa, soy desordenada hasta un límite. Soy hija, hermana, amiga, novia, cuñada, sobrina, prima, nuera, madrina, nieta, compañera, conocida, clienta, alumna. Soy quien soy para tantas otras personas. Cuántas cosas te perderías si solo me preguntases a qué me dedico.
Cuando Laura Ferrero planteó esa cuestión, vi muy claro que somos quienes somos sin importar el entorno, que el personaje del libro seguiría siendo el mismo aunque su mundo cambiase, pero caminando hacia mi casa me di cuenta de que me equivocaba. Yo no soy la misma que era antes de vivir en Barcelona, ni siquiera soy la misma que compraba el pan en calle Provença, ahora lo compro en calle Vallespir y tengo otro pan favorito, otras rutinas. Tampoco habría sido la misma si no hubiera conocido a ciertas personas. Ni sería quien soy sin todo lo que me ha aportado mi familia. Supongo que muchas cosas nos salen solas, pero otras nos las enseñan. O quizás son inquietudes, destrezas, valores, características que tenemos dentro, pero no nos atrevemos a sacar hasta que no nos vemos reflejadas en alguien.
También somos la imagen que proyectamos. Todos sabemos que la gente no es quien muestra en las redes sociales, o incluso cuando sale a la calle, pero generalmente aceptamos ese juego y nos lo creemos. Nos cruzamos con una sonrisa y creemos que esa persona es feliz. A veces tienes que fingir ser algo para llegar a conseguirlo. Mentir en tu currículum, maquillarte, disfrazarte. Convencer a los demás, para después poder convencerte a ti misma de que puedes ser esa persona.
Y una última cosa: basta ya de decirle a la gente que no cambie, qué aburrimiento. Mientras no te vuelvas un capullo, cambia todo lo que tengas que cambiar, vive las vidas que te den la gana dentro de los años que tengas, porque otra oportunidad no tendrás. Y a quien no le guste, que cierre la puerta al salir.
Tal vez hasta seas otra persona después de leer esta carta, o yo después de escribirla. O quizás te des cuenta de que estás escondiendo algo que quieres ser. Sea como sea, yo te seguiré escribiendo.
¡Hasta el domingo que viene!
Tu amiga,
Cristina
📪
PD: Aquí te dejo una entrevista muy interesante a Coco Dávez que escuché mientras pensaba esta carta. Habla, entre otras cosas, de que no somos lo que hacemos y que hay que saber descansar sin sentirse vagos, tampoco somos lo que estudiamos, ni es necesario definirse con precisión. Es inspirador escuchar su historia, cómo empezó, las dudas, la evolución y que no todo llega de la noche a la mañana.